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Contra viento y marea


SEGUNDO PREMIO RELATO CORTO 2020, CATEGORÍA ADULTO

No era un viernes cualquiera. El ambiente, los preparativos, ese cosquilleo incesante en el estómago durante todo el día. No por inesperado dejaba de ser pura fantasía. Un descarado imberbe, cual adolescente en plena crisis de rebeldía se tratara, estaba a punto de disputar sus primeros minutos en la mejor liga de fútbol sala del mundo.

Apenas seis años de vida bastaron al Córdoba Futsal para lograr una hazaña sin precedentes, ésa que le otorgaba por méritos propios el pasaporte para codearse con la élite. Aquella “locura” - así fue definido el proyecto por su presidente allá por 2013 - tomó visos de realidad a una velocidad de vértigo, quizás mayor de lo esperado. Pero ya se sabe en esto del deporte. La ilusión, el buen trabajo y la magia de Vista Alegre hicieron el resto. Aunque suene a tópico, si se quiere, se puede.

David doblegó a Goliat para dar una auténtica bofetada a la lógica, a los presupuestos y a todos aquellos incrédulos que, en mayor o menor medida, y sin faltarles argumentos, veían a otro “blanquiverde” como ganador de un trepidante play-off. Haciendo un paralelismo con el soberbio “If” del poeta británico Rudyard Kipling, el Córdoba Futsal pudo soñar y no dejar que sus sueños le dominasen.

Se encontró en su peregrinar tanto con el triunfo como con el fracaso, tratándolos a ambos de la misma manera, con un descaro impropio de un novel. Hizo de sus pensamientos - utópicos arriesgó todo a una sola carta. Obligó a su noble corazón, cuando las fuerzas ya flaqueaban, a enseñarle los últimos metros de un camino destino al edén. Y lo que es más importante: recibió un valioso aprendizaje.


Ahora, con el bagaje que te da algo más de una vuelta en Primera, le es indiferente hablar con la multitud que codearse entre Reyes en lujosas estancias. Con sus aciertos y errores, no cambia su manera de ser, su innato sello. Ahí hallamos su gran virtud, tanto dentro como fuera del parqué.


Retrocediendo en el tiempo, un punto de inflexión, muy en relación con ese final de la 2018/19, marcó la llegada a la máxima categoría. Y si me apuran, la de su historia. Al menos para servidor, responsable de Comunicación del club casi desde sus inicios y espectador privilegiado de todo.


Como reza la canción, “Sevilla tiene un color especial". Los dos épicos asaltos a San Pablo marcaron un antes y un después en la frenética lucha por el ascenso. Romper con el favoritismo del todopoderoso Real Betis Futsal dio alas al plantel por aquel entonces entrenado por Maca. El vestuario, pese a que en la ronda final aguardaba un excepcional equipo como el Mengíbar, sabía que tenía pie y medio en Primera División.


Voltear la semifinal en territorio heliopolitano, arropado por cerca de un millar de cordobesistas en la grada, y después de haber sorteado infinidad de obstáculos, inolvidable.


Fotogramas grabados a fuego lento imposibles de borrar. Toda una ciudad detrás del derechazo de Koseky en lo que fue el tanto definitivo en la tanda de penaltis. A raíz de ahí, locura colectiva.


La capital hispalense, testigo de excepción de una fiesta que iba mucho más allá de una efusiva celebración. Fue el triunfo de la fe, de la superación, del competir por y para un sueño. La entidad, y por ende su masa social, había instalado la velocidad de crucero. Ya no había posibilidad de retorno. Solo era cuestión de tiempo.

La final ante el Software Delsol Mengíbar no hizo sino corroborar todas las sensaciones. El 2-0 en la serie ante los rojillos confirmó la hazaña de un grupo formado íntegramente -por si no había ya bastantes ingredientes- por cordobeses. Al éxito deportivo se unión el inquebrantable vínculo de pertenencia, de identidad. El 1 de junio de 2019, y el Sebastián Moya Lorca de la localidad jienense, daba el banderazo de salida a una nueva era. Un verano intenso, sobre todo en los despachos, dio paso a un mes de septiembre marcado en rojo.

Nuestro particular Mayo festivo. Caprichos del destino, el sorteo del calendario había deparado que los tres primeros rivales en desembarcar a orillas del Guadalquivir fueran Osasuna Magna, Movistar Inter y ElPozo Murcia. Vamos, una “cómoda” adaptación a la categoría… Pero ya habría tiempo de fajarse con galeones legendarios y curtidos en mil batallas.


El primer escollo, todo un experto navegante como el histórico CD Xota, actuó como maestro de ceremonias en un bautizo de mar propio de las más antológicas contiendas de corsarios. Pese a los duros golpes de mar que los blanquiverdes tuvieron que soportar durante los 40 minutos, las primeras anotaciones en el cuaderno de bitácora no pudieron ser más ilusionantes.

Un solitario gol de Manu Leal, capitán de la tripulación blanquiverde, bastó para que unos ávidos grumetes se alzaran con tres memorables puntos en la noche de la botadura. Nada hubiera sido posible sin ese sexto hombre en pista, ese vigía que aguardaba impaciente detrás de las escotillas. De babor a estribor, y de proa a popa, una auténtica marea humana aportó su enorme granito de arena para amarrar a puerto a un equipo que demostró, pese a los peligrosos cantos de sirena, que estaba preparado para tan dura travesía.

Pero ni el más optimista de los marineros, aun con la cálida brisa de las primeras millas de navegación, pensó que iba a ser fácil. El fuerte oleaje de la Primera División hizo mella en el casco de una embarcación que, pese a los vaivenes, no hizo aguas y mantuvo firme el rumbo, evitando encallar o quedar moribundo a la deriva. Es lo que tiene contar con infinidad de manos sobre el timón. Y ahora, cuando el presente más cercano nos ha sorprendido a todos con un vendaval tan inesperado como dañino, ahí seguimos en la cofa, expectantes por divisar ese merecido trozo de tierra llamado salvación.


Nadar para morir en la orilla no entra dentro del ADN de una entidad dispuesta a disfrutar durante muchos años de este preciado botín. Sangre, sudor y alguna lágrima que otra, combinación perfecta para continuar buscando ese anhelado faro, símbolo inequívoco del mejor final posible.

REPORTAJE FOTOS: Edu, Aradilla, Solís y Chacón

FRAN HABAS

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